Los cronistas dirán que Arconada se retiró un mes de junio de 1989, y que Santiago Cañizares debutó en Primera división en septiembre del 92. Dos porteros internacionales que nunca se cruzaron en un terreno de juego.
Por tanto, aunque yo tenga mi opinión sobre quién era mejor, los cronistas dirán que nunca hubo vencedor ni vencido.
Pero no es así. Una pretemporada del 85, hubo partido. En Ciudad Real capital, torneo "Nuestra Señora de Alarcos", se enfrentaban los equipos de juveniles de Alcázar, Daimiel, Ciudad Real y Puertollano. Cuando nos enfrentamos al Calvo Sotelo -de esta última ciudad-, ya sabíamos que tenían un guardameta jovencito famosillo porque el Real Madrid lo iba fichar. Era bueno, la verdad. Cuando eres pequeño, todas esas historias sobre chavales que juegan contra tí y que a los 16 años ya parecen tener el futuro resuelto como futbolistas, imponen mucho. En el fondo es algo que nos daba mucha envidia a los demás que nos calzábamos las botas, o nos dejábamos la piel de los muslos en los campos de tierra. Mirabas a ese Cañizares y te decías "qué suerte", y luego, para consolarte, "pues no es tan bueno", o "mira qué pinta con ese chándal y las medias por fuera".
Así que mitad por la pinta (yo ya había decidido que campo de tierra -lo habitual- o de hierba, jugaba con mis medias blancas de Arconada a la vista, que la vida son dos días y la mercromina no era tan cara) y mitad por transformar la envidia en superación, conseguí no recibir ni un sólo gol en los partidos.
Los cronistas dirán que este Cañizares fichó por el Madrid, ganó mucho dinero, fue internacional, trofeo Zamora, y se retiró cuando escribí estas lineas. Yo, salvo una cosa que leí 20 años después sobre sus prácticas de sexo tántrico, dejé de envidiarle aquella mañana de Septiembre. Me llevé el trofeo al mejor portero, el único que hoy luce en mi casa, y me hice una herida en el culo, por llevar pantalón corto, que me duró tres semanas.
Los cronistas y yo sabemos que hay batallas que Arconada ganó, incluso sin estar.
Por tanto, aunque yo tenga mi opinión sobre quién era mejor, los cronistas dirán que nunca hubo vencedor ni vencido.
Pero no es así. Una pretemporada del 85, hubo partido. En Ciudad Real capital, torneo "Nuestra Señora de Alarcos", se enfrentaban los equipos de juveniles de Alcázar, Daimiel, Ciudad Real y Puertollano. Cuando nos enfrentamos al Calvo Sotelo -de esta última ciudad-, ya sabíamos que tenían un guardameta jovencito famosillo porque el Real Madrid lo iba fichar. Era bueno, la verdad. Cuando eres pequeño, todas esas historias sobre chavales que juegan contra tí y que a los 16 años ya parecen tener el futuro resuelto como futbolistas, imponen mucho. En el fondo es algo que nos daba mucha envidia a los demás que nos calzábamos las botas, o nos dejábamos la piel de los muslos en los campos de tierra. Mirabas a ese Cañizares y te decías "qué suerte", y luego, para consolarte, "pues no es tan bueno", o "mira qué pinta con ese chándal y las medias por fuera".
Así que mitad por la pinta (yo ya había decidido que campo de tierra -lo habitual- o de hierba, jugaba con mis medias blancas de Arconada a la vista, que la vida son dos días y la mercromina no era tan cara) y mitad por transformar la envidia en superación, conseguí no recibir ni un sólo gol en los partidos.
Los cronistas dirán que este Cañizares fichó por el Madrid, ganó mucho dinero, fue internacional, trofeo Zamora, y se retiró cuando escribí estas lineas. Yo, salvo una cosa que leí 20 años después sobre sus prácticas de sexo tántrico, dejé de envidiarle aquella mañana de Septiembre. Me llevé el trofeo al mejor portero, el único que hoy luce en mi casa, y me hice una herida en el culo, por llevar pantalón corto, que me duró tres semanas.
Los cronistas y yo sabemos que hay batallas que Arconada ganó, incluso sin estar.