Una historia de amistad



En diciembre de 1986, mi amigo Tomás y yo decidimos liarnos la manta a la cabeza y acudir a ver el Real Madrid - Real Sociedad en el Bernabéu. Él era (es) muy merengue y yo... pues venía Arconada lo más cerca posible de mi pueblo, Alcázar de San Juan. Un amigo de mi padre nos sacó las entradas en un viaje que hizo a Madrid, de preferencia nada menos, y el día señalado tomamos el tren regional -"la unidad"- hasta Madrid, con nuestros bocadillos. Al llegar a la estación de Atocha, como teníamos todo el día hasta el comienzo del partido, decidimos subir el paseo de Recoletos y luego la Castellana caminando. Nos cogía de paso la casa de su abuelo, así que pasaríamos a verle. El que conocía Madrid era él, así que adelante.
Después de comer en un banco de la calle, en la parte allta de Recoletos, paramos a beber agua en una fuente. Seguimos paseando y de pronto me dí cuenta de que no llevaba mi cartera, con mis documentos y sobre todo con mi entrada al campo. Inmediatamente volvimos sobre nuestros pasos y recordé al tipo que estaba detrás de mí en la fuente. Me habían robado. Lloré desde el fondo de mi corazón, como se llora cuando se invierte tanta ilusión para nada. Un policía nacional de uno de los edificios oficiales de Castellana salió a vernos. Era de Tarancón, un pueblo de Cuenca cercano al de mi madre. Le contamos lo sucedido y se decidió a ayudarnos. Una hora después encontró mi cartera en una papelera de la calle. Estaba todo, salvo la entrada y las mil pesetas que llevaba.
Desolado, seguimos el camino pensando -ilusos- que encontraríamos al tipo en los accesos al partido. Visitamos al abuelo de mi amigo, sin contarle nada de lo sucedido, faltaban sólo tres días para Nochebuena y era visita obligada. Era un señor alto, amable y con bigote, sé que ya falleció. Y nos fuimos al Bernabéu. Cuando faltaban 10 minutos para comenzar el encuentro, tras escrutar a cada espectador, yo estaba hundido porque sabía que no podría entrar.
Y entonces mi amigo tuvo un gesto de generosidad que jamás olvidaré: tomó el dinero que le dio su abuelo, su regalo de Navidad, se fue a por una entrada de las más baratas (sólo daba para eso, arriba de pie en el tercer anfiteatro) y me la éntregó. Me dijo: "el partido, lo vamos a ver". Y él, además de a su aguinaldo, renunció a su asiento de preferencia y juntos vivimos el partido desde las alturas. Arconada vestía de azul con pantalón negro. Perdimos uno a cero con gol de penalti de Hugo Sánchez.
Esto quedó para siempre entre él y yo. Me juré no romper nunca con esa amistad.