Mi padre vino a recogerme al Instituto con el 131 Supermirafiori, aquel diesel de motor Perkins que sonaba como un tractor. En la guantera, un bocadillo de tortilla francesa envuelto en Albal y el diario "As". Era un lunes de 1986, en la portada estaba Cervantes, un buen portero de la cantera donostiarra que jugaba en el Betis por entonces. Después de Arconada, era de los que más me gustaban. Buen presagio.
Tras haberme perdido las pruebas con el Real Madrid por una inoportuna lesión, por fin me habían dado nueva fecha. No sé quién estaba más nervioso, mi padre o yo. Él no trabajó aquella tarde, pero la ocasión bien lo valía. Hora y tres cuartos después, llegamos a Madrid. Subimos la Castellana, aparcamos el coche y entramos en la antigua -y ya inexistente- Ciudad Deportiva. El año anterior había jugado allí con mi equipo de Juveniles, me conocía el lugar -nos metieron una docena, lo juro-. Para la ocasión, me había preparado el mismo traje de entrenamiento que ví a Arconada en una foto de la revista francesa "Onze", una sudadera Adidas azul, con el trébol clásico en el pecho, que a mí me daba mucha confianza. Desde luego, no parecía un portero "de pueblo".
Tanto era así, que al poco de comenzar a entrenar, aparece Vicente Del Bosque y me llama a una esquina del campo de tierra. Con esa cojera que reforzaba su aire lánguido, tomó un balón y comenzó a chutarme a unos 3 metros de distancia. Busque con la mirada a mi padre, quien desde la grada me miraba sorprendido. Buena señal. Mi sudadera de la suerte.
De improviso, Del Bosque se detiene, me mira y me dice: "¿Tú eres del Atlético Velilla?", y yo respondo: "No, del Gimnástico de Alcázar". Entonces, todo ceremonioso, me contesta: "Muy bien, pues te llamaremos".
No lo podía creer. Al salir del vestuario abracé a mi padre. Hicimos el viaje de vuelta al pueblo con una emoción tremenda, comentando lo buenos o malos -más bien- que nos parecieron quienes compartieron ese entreno, el alma hinchada de orgullo.
Con los años, Vicente Del Bosque progresó en el oficio, fue entrenador del primer equipo del Real Madrid, ganó Copas de Europa, y ahora es el seleccionador español. Yo llevo esperando ya más de 22 años a que me llame. Últimamente he perdido la forma un poco, es que no tengo equipo, pero sigo dispuesto, -aunque con 40 años Arconada ya se había retirado-. Si antes de fin de año no suena el teléfono, se me va a agotar la paciencia y le voy a tener que decir que es demasiado tarde, que ya no voy.